Cada día,
mi padre se levantaba a las 4 de la mañana, a veces a las 3:30. Dormía poco.
Desde ese momento se bañaba, casi siempre con agua helada. Y se iba a trabajar,
no paraba hasta el medio día. Tomaba una siesta y después seguía hasta las 5 de
la tarde. Trabajaba como un enano, era radical en su pensamiento, a veces
tosco, fuerte en sus argumentos, y al mismo tiempo de un corazón bondadoso,
lleno de tristezas, amarrado a puros hierros para no dejarlo caer. La vida es
dura, la vida es un aprendizaje continuo, y nos hacemos mujeres y hombres de
nuestro tiempo, Luis fue uno.
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