El año
se acaba, y nos deja memorias y desmemorias. Buenas y malas pasadas. Cerramos
el ciclo de la vuelta al sol y volvemos a contar uno nuevo. Sin duda hemos
tenido tristezas, no hay vida sin dolor, y sin duda hemos tenido momentos de
intensa alegría, y momentos cotidianos que llenan la mayor parte de nuestra
vida, y que creo son parte esencial de la felicidad. Les deseo un año lleno de
amaneceres, de puestas de sol, de montaña, de viento fresco en la cara, de
risas en familia y con amigos, de una buena comida, de un paseo por el bosque,
de un par de horas de soledad para reflexionar, de algún viaje, de sueño (tan
reparador), de trabajo (tan necesario), de salud (imprescindible para vivir) de
palabras, letras, poesía, teatro, libros, fiestas, sueños, y fuerza
fundamentalmente para batallar con este mundo tan complejo del que somos
parte.
Lo cotidiano es lo de todos los días, intranscendental, parece, pero es el proyecto que llamamos vida. Sobresaltos a veces, esporádicos, pero también de este quehacer de la vida.
jueves, 31 de diciembre de 2015
miércoles, 23 de diciembre de 2015
Distancias y herencias
Mi madre y sus hermanas preparaban de antemano el menú, la comida era el tema principal para reunir a la familia. Pasaban días pensando en el menú, los ingredientes, las compras para la comida y los pasos adecuados y prácticos para la cocinada. Recuerdo un par de Gallos en Chicha que María Inés hacía como ninguna, Gallinas Indias que fuimos a buscar a Santo Tomás, los Tamales dulces y salados (estos los compraban), el cerdo en Ciruelas que caracterizaba a una de mis tía, o el Pavo en salsa Criolla que conseguía siempre otra de mis tías. Ahora que mi madre no está, la cosa sigue casi igual, extrañamos sus postres y su sonrisa, pero hay un par de cocineros sumados a la familia. Así es la vida, avanza en tradiciones y nuevas propuestas, los viejos nos dejan sus recuerdos, mi bisabuela lo hizo con mi madre. Este 24 estoy lejos y cerca, lejos en distancia, cerca de mis herencias.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)