Cuando
alguien emigra, aclarando que por razones queridas, siempre tengo un doble
sentimiento. Me entra, claro está, una pequeña basurita que suelo describir
entre melancolía y tristeza. Pero ante todo me alegro por la nueva aventura que
el otro o la otra va a emprender, por esa disposición de cambiar su
cotidianidad y encontrar la energía suficiente para dejar atrás lo que algún día
construyó con aplomo y entusiasmo, y que a pesar de eso hay algo en otro lugar
que le hace cosquillas en el corazón. Si uno puede debe seguir sus cosquillas,
esas son, sin lugar a duda, las que alegran la vida.
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